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La empatía, ¡aquí y ahora!

Los seres humanos nacemos con un bagaje potencial de emociones que podríamos vivenciar a lo largo de toda la vida. Emociones positivas y negativas que deberían ocupar un lugar primordial en la educación familiar y escolar.

Desde lo humano podemos ser maravillosos con nuestras emociones, pero también hacer cosas terribles. Hace unos días presencié un hecho de alto contenido emocional, y después de narrarlo lo dejo a consideración del lector.

Viajaba en un ómnibus de pasajeros. Como es habitual, en una de las paradas se produjo el descenso de algunas personas. La última en hacerlo fue una señora de mediana edad. Como el conductor se apresuró a cerrar las puertas, una de sus manos quedó agarrada por adentro y el resto de su cuerpo, en la calle.  Si el chofer arrancaba la arrastraría, seguramente con graves consecuencias. Todos gritamos al advertir la situación y, por suerte, el conductor abrió las puertas. La señora quedó en la calle y el conductor siguió manejando como si no hubiera pasado nada. ¡¿Nada?! ¡Si en el suelo de la vereda quedó esa pobre mujer sufriendo sola, sin acercamiento del responsable de su dolorosa situación!

¿Dónde estás, empatía?

Cuántas veces las ideas y los conceptos invaden nuestra vida cotidiana. Si bien son necesarios, lo pragmático también es importante. La empatía, como idea y concepto es indiscutible, pero es su bajada a la realidad lo que le confiere valor y credibilidad. ¿El chofer no debería haber bajado a disculparse con la mujer y preguntarle cómo se sentía? Por supuesto que él estaba trabajando y debía cumplir un horario; pero la programación de cada día no es una operación matemática del dos más dos. También está lo circunstancial, eso inesperado que tanto necesita de la empatía y que puede tener a cualquiera de protagonista. Su reinado no es el discurso, sino la práctica armoniosa entre el pensar, sentir y actuar.

Ser empático es tener la habilidad de saber qué siente otro, y se puede serlo en una amplia gama de situaciones de la vida. Señora, ¿cómo está? ¿Cómo se siente?¿Necesita algo? ¡Eso es empatía! Ahí está la raíz del interés por alguien. Surge de la sintonía emocional, no tanto de saber usar las palabras, sino en el tono de voz, los ademanes, la expresión facial.

Todos cometemos errores, pero… Lo importante es qué hacemos con el error cometido. En el presente caso, faltó el acercamiento empático de quien cometió el error; eso hubiera bastado para atenuar todo: el doloroso y solitario protagonismo de la mujer, el error involuntario del chofer y el malestar emocional que nos dejó al resto de los pasajeros.

La empatía se construye sobre la conciencia de uno mismo. Abrirse a las propias emociones nos vuelve más hábiles para interpretar los sentimientos, los propios y los ajenos. La imposibilidad de hacer ese registro nos habla de un déficit importante en la inteligencia emocional.

Nacemos potencialmente dotados de debilidades y fortalezas, y en el camino personal -y grupal- de vivir, poner la empatía en acción se hace muy necesario. Como todo elemento subyacente en los principios morales, debiera empezar a desarrollarse desde la infancia, pero si no fue así… ¡nunca es tarde!

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Lic. Eva Gazi

Jimena y Eva