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Lo que tengo…

La autogestión de la vida incluye la responsabilidad de elegir, decidir y accionar, y de esto somos responsables, incluidas nuestras palabras, silencios, y hasta nuestras omisiones. De alguna manera, y tal vez, de muchas maneras, intervenimos en la configuración de lo que tengo y de lo que no tengo.

Somos parte ineludible de una interminable cadena de causalidades. Por ejemplo, si hoy puedo caminar, es porque en mi historia existió ese bebé de un año que puso su esfuerzo y empeño al servicio de sus posibilidades motrices.

Y así con los diferentes aprendizajes en donde la autogestión es imprescindible. Una imagen que me regocija es la del bebé que toma la cuchara para llevarse la papilla a su boca. ¡Qué destino el de la papa y el zapallo, que terminan su exitoso periplo en lo que saborea esa boca de apenas unos poquitos dientes! ¡Son el primer sabor de comida de verdad!

Construir desde la autogestión

¡Cuánto se tiene teniendo las manos y poder gestionar con ellas! Primero fue con el biberón, después con la cuchara, más adelante el tenedor, y al final con el cuchillo como el corolario en la autogestión de la ingesta.

Sin embargo, no somos conscientes de esos logros porque los incorporamos como hábitos que tienen que ver con la repitencia casi automática de algunas acciones. Pero a pesar de ser un tanto aburridos y estereotipados, son un magnífico logro de lo que tenemos.

Cada persona es en sí misma una especie de propiedad que se va autoconstruyendo: tenemos cabeza, cuerpo y extremidades, y desde esa media que avala conceptos, es como tenerlo todo. Somos propietarios de esa inmensa construcción que hacemos día a día en altura, amplitud, profundidad: el cuerpo que tenemos en la vida que vivimos (con todos sus bemoles), pero con el que construimos nuestra realidad a partir de lo que tenemos y de lo que no tenemos.

Por supuesto que no podemos dejar de reconocer la importancia de los condicionamientos biológicos, psicológicos, sociales, históricos y demás, pero, si somos conscientes de la realidad, podremos asumir una posición y tomar decisiones ante las circunstancias y ante las necesidades.

Tenemos una historia que nos sostiene y que enriquecemos diariamente con éxitos y fracasos y en donde no faltan las utopías (¡ojalá que nunca falten!). Hay escenarios, paisajes y horizontes que nos insinúan rumbos; pero las perspectivas de poder hacer me pertenecen, aun cuando las posibilidades no sean generosas, porque no se pueden descartar la incógnita ni la incertidumbre, ya que la existencia siempre deviene con signos de interrogante.

Estar motivado

Es fundamental para acomodar escenarios, paisajes y horizontes. Yo quería trabajar con niños y el rumbo fue el Profesorado habilitante. Ni qué decir de los paisajes que conocí trabajando con la infancia: la intensidad transitoria de lágrimas y sonrisas, el jugar en serio, sentir la fuerza de los instantes en ese “aquí y ahora” que son los niños, y mi incursión, sin retorno, en la Literatura Infantil. Y hay más, mucho más en la intimidad de mi reflexión personal.

Te invito a pensar en cuánto tienes sabiendo que te tienes; te vas a asombrar, aún cuando las cosechas no sean proporcionales a las siembras.

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Lic. Eva Gazi

Jimena y Eva