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Lo valioso de la rutina

Sabemos que el universo de las relaciones humanas es demasiado complejo, no solamente de los unos con los otros, sino de cada cual consigo mismo.

Transitamos la vida alternando certezas e incertidumbres mientras se van configurando espacios privados y públicos, porque disponemos de un cuerpo que piensa, siente y actúa desde la perspectiva personal, pero sin dejar de responder al paradigma sociocultural al que se pertenece.

Las certezas tienen que ver, entre otras cosas, con los actos cotidianos y su repitencia; las incertidumbres están ligadas a lo imponderable, es decir, a aquello que no podemos prever ni controlar, llámese destino, fatalidad, azar. Es una zona de inseguridad que siempre existirá; inherente a nuestra condición humana, como lo es también esa porción de naturaleza de la que estamos provistos.

Rutina y tiempo

Somos ciclos y ritmos recorriendo una vida que se afirma sobre todo en la repitencia de lo cotidiano, que no es otra cosa que la rutina que está siempre en tiempo presente: levantarse, higienizarse, alimentarse, estudiar, trabajar, la distracción, el descanso, etc. Pero siempre hay un futuro proyectándose en el tiempo y hacia el que encaminamos sueños e ilusiones.

Diseñamos probables realizaciones y, si bien nos determinan algunos mecanismos biológicos y otros psicológicos que compartimos como especie, cada uno anida en su consciencia la particularidad de ser un individuo único formando parte de un todo que lo contiene y le da entidad.

Mi rutina

Cuando escuchamos a alguien decir “mi rutina”, lo que hace es utilizar un adjetivo posesivo imposible de transferir y que remite a la realidad de cada uno y sus actividades. Aunque estas se parezcan y tengan mucho en común con las de los demás, cada cual lo reviste de su estilo particular.

Esto es así, porque, aunque repitamos los mismos actos todos los días, lo hacemos con un cuerpo que tiene piel y un bagaje sensorial que debiéramos poner más seguido al servicio de los actos cotidianos: silencios, ruidos, sonidos, formas, colores, que, sin alejarse de la solidez de la costumbre, pueden enriquecer lo instantáneo del asombro.

Por ejemplo, ¿has intentado ir del dormitorio al baño o del baño a la cocina caminando hacia atrás? ¿Un recorrido diferente de la casa al trabajo? ¿Sentarte en un lugar diferente para comer? ¿Inventar nuevas formas de saludar? Solo se trata de darle licencias a la rutina apelando a una simple inventiva como la mejor aliada para contrarrestar lo fastidioso o aburrido de algunas costumbres.

Con un enfoque algo divertido y, si se quiere, transgresor; podemos abordar la repitencia rutinaria, que en definitiva extrañamos cuando a veces cambian las circunstancias. Porque convengamos que hay momentos en los que se nos sacude la existencia, se nos desordenan los hábitos, y podemos caer en fuertes emociones, y es la rutina la que nos “tiende una mano” para poder remontar. Volver a lo conocido tiene algo de familiar que contiene y da confianza.

Entrar y salir

Entrar y salir de la rutina es saludable; y a través de sus tácitas voces de mando “tengo que hacer” o “debo hacer”, ¡lo hacemos! A veces cargando seda y otras veces madera en nuestros estados de ánimo, pero lo hacemos para alcanzar diariamente infinidad de metas, grandes o pequeñas, algunas casi invisibles, que se incluyen y complementan en una rutina que tiene una sola autoría: la tuya.

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Lic. Eva Gazi

Jimena y Eva