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¿Vale la pena enojarse tanto?

Un enojo puede estar, necesariamente, circulando por una buena vía; pero cuando se des-vía, suele provocar consecuencias muy desagradables y hasta dañinas para la salud.

Ser sincero con uno mismo y apelar a la comunicación directa y honesta enriquece todo intercambio y lo hace más emotivo. Incorporar esta práctica como una valiosa rutina ayuda a combatir ese estado de insatisfacción permanente que últimamente invade a una gran mayoría.

Aquello en lo que nos enfocamos es lo que crece: sentirse poco valorado, muy inseguro, con una sensación de mediocridad o de fracaso potencia la insatisfacción y obra como un caldo de cultivo para ese “¡enojarse tanto!”

Es el ¡tanto! lo que marca la diferencia y sorprende: ¡Eh, no es para tanto! ¿Por qué reaccionas así? Reflexionar sobre nuestros enojos tratando de determinar qué modos, relaciones y situaciones nos hicieron sentir mal; algo así como una sensación de derrumbe o caída en el vacío, ¡porque a tanto se llega cuando nos enojamos tanto!

¡Qué momentos!

Hay momentos en los que se nos dispara la energía porque no supimos gestionar las razones de nuestros enojos. Los motivos pueden ser grandes o pequeños, y cabe enojarse y hacerlos circular por la vía más saludable. Esto es no guardarse la emoción aunque sí postergar (no demasiado) el expresarla ante quien corresponda. Siempre hay un quién o un qué (objetos, situaciones) hacia donde hay que direccionar el enojo, porque generalmente coinciden causa y destinatario.

Estar bien o mal enojado

Si tenemos claro los conceptos de bien y de mal no costará anexarlo al estado de bien o mal enojado. Veamos un ejemplo: el perro de un vecino que ladra permanentemente puede ser causa de un enojo que va in crescendo. No hay que retardar el hablar con el dueño, exponer las razones por las que se siente afectado (familiar, salud, trabajo). Unificar el mensaje con la palabra, tono de voz, mirada firme. A veces sirve hacer un sondeo entre los vecinos por si pueden acordar posturas resolutivas. Esto es estar bien enojado porque circula emocionalmente como algo que nos afecta y nos estamos ocupando en expresarlo y solucionarlo.

Tal vez no se solucionó el problema del animal y habrá que buscar otras instancias, mientras se trabaja sobre uno mismo el grado de aceptación y tolerancia. La música ayuda como alternativa aislante de los ruidos molestos, y por supuesto, estar atento por si surgen nuevas posibilidades de solución.

Reflexiones

A veces los enojos son respuestas equivocadas que provienen de nuestro interior en el que quedaron irresueltas otras situaciones. Lo que no podemos resolver, disgustos incluidos, se indexa y a la larga se detona pisando prácticamente el terreno de la ira. Confusión, heridas y un “pago de justos por pecadores”, es un claro ejemplo de estar mal enojados.

Es imprescindible que aprendamos a auto gestionar estas emociones: si me enojo con algo o con alguien, nos hagamos cargo desde la voluntad de conocer y entender lo mío y lo que me enoja; ¡dos caras de la misma moneda!

El enojo es una experiencia interna en la que es más fácil entrar que salir, sobre todo con los enojos engañosos y manipuladores que se instalan en nuestra mente. Es cuando mezclamos personas, objetos, situaciones en las que nos desacomodamos; hace falta juntar propósitos y energía para discernir aquello de lo que somos responsables y de lo que no, ¡y hacernos cargo del descargo!

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Lic. Eva Gazi

Jimena y Eva